La fecha de salida cada vez más próxima. Gran ambiente en Les Sables d'Olonne
Ya desde su primera edición, la Vendée Globe, la regata de las regatas, la conquista del Everest del mar, demostró que era una prueba extrema para barcos extremos. Más de 2.000 montañeros han ascendido al Everest. Pero sólo 41 navegantes solitarios han completado una Vendée Globe, la vuelta al mundo sin escalas ni ayuda externa. La Épica del mar.
La Vendée Globe, la prueba más dura que se celebra actualmente, con su fama labrada por dos conceptos que están en todos sus participante: sufrimiento extremo y a una solidaridad sin límites tiene en su ya larga historia cientos de momentos épicos, y hasta la desaparición de marinos.
Recordar hechos como el de Philippe Poupon, que cerca de Buena Esperanza, su barcon volcó y no logró adrizarse. 'Pilou' tras vanos esfuerzos tuvo que activar su baliza Argos. Loïck Peyron escuchó su llamada y se dirigió al rescate: «no sé si 'Pilou' ha naufragado, me esfuerzo por mantener el optimismo. Navego con vientos de 35 nudos y lo tengo que tener por proa, en mi derrota. Al llegar, puse tres rizos... Le grito y aparece vestido con su traje de supervivencia. Me lanza un cabo. Después de 24 horas de trabajo, el barco se adriza».
Pete Goss volvió sobre su rumbo en la edición 96-97 para rescatar a Raphaël Dinnelli, que navegaba fuera de competición y se hundía. En la tercera edición hubo nada menos que tres barcos que se pusieron quilla al sol en los mares antárticos. Sus patrones fueron salvados in extremis por rescatadores australianos.
La muerte también ha ayudado a fraguar la leyenda de la Vendée. El americano Mike Plant desapareció en noviembre de 1992 en el Atlántico cuando se dirigía a Les Sables para participar en la regata. Su barco, el 'Coyote', fue localizado, vacío, el mismo día de la salida. Cuatro días después, el británico Nigel Allan Burgess cayó al mar en el Golfo de Vizcaya, cuando un temporal desbarató a la flota y obligó a varios veleros a regresar a puerto para reparar sus averías. Él apareció embutido en su traje de supervivencia, boca abajo, muerto. El canadiense Gerry Roufs desapareció en enero de 1997 en el Pacífico Sur y su cuerpo nunca fue recuperado; el barco 'Groupe LG2' apareció a la deriva en las costas de Chile meses después.
Un poco de historia de aquellos chalados con sus locos cacharros. Leer de aquellos grandes marinos con sus pequeños barcos.
En 1968, el periódico británico 'Sunday Times' había lanzado un reto, circunnavegar el globo sin escalas y sin ayudas. Así nació The Golden Globe Challenge. Se podía zarpar desde cualquier puerto de Gran Bretaña, a elegir, y los marinos podían hacerlo el día que les viniera en gana a lo largo de tres meses.
De los ocho participantes que tomaron la salida, sólo uno, sir Robin Knox-Johnston conseguiría acabar la regata tras pasar 312 días en el mar. Su barco, el 'Suhaili', de 9,7 metros, completó la vuelta al mundo a una media de ¡3,6 nudos de velocidad! . Ganó porque fue el único que acabó la regata. Bernard Moitessier, el francés que lideraba la prueba, decidió, casi a la vista de Europa, seguir navegando hacia Polinesia a bordo de su 'Joshua'. Moitessier era un aventurero místico plantado en mitad de un velero. De aquel viaje nació 'Un vagabundo en los mares del Sur', el delicioso libro de cabecera de los que sueñan con navegar en solitario a donde Eolo les lleve.
Pero aquella primera vuelta al mundo en regata serviría también para demostrar que el mar es indomable y sin piedad. Las trampas no valen en el líquido elemento, en aquella edición, Donald Crowhurst, novato en esta lides, construyó un trimarán y salio a regata. Ya en el Atlántico se dio cuenta de que jamás podría enfrentarse a los mares antárticos. Pasó semanas en el Atlántico Sur y mandó decenas de falsos informes por radio en los que relataba navegaciones ficticias. Entonces no había controles por satélite que revelaran su posición y no hubo sospechas. Hasta que un día, Crowhurst entendió que su travesía imaginaria jamás resistiría un análisis en tierra. Siete meses después de salir de Inglaterra se arrojó al mar. Su barco apareció a la deriva, con la mesa de cartas repleta de anotaciones de un hombre que descendía a los abismos de la locura.
Veinte años después, durante una escala de la BOC en Río, tres marinos (Bernardin, Reed y Jeantot, que había ganado dos veces la prueba) decidieron retomar el desafío. Y fundaron la Vendée Globe. Aquella primera edición fue ganada por Titouan Lamazou, dibujante y marino formado junto a Eric Tabarly, el armador de los 'Pen Duick'. Lamazou empleó 109 días y 8 horas en dar la vuelta al mundo (a 9,49 nudos de media) y estableció un nuevo récord mundial.
La Vendée Globe está hecha con un material humano muy especial, tipos galácticos como aquel Mac Giver de ficción que resuelven auténticos problemas con un cortauñas. Tipos como Yves Parlier, que reparó él mismo un palo de carbono después de romper el suyo, en una isla antártica, con un frío que pelaba y completó la vuelta al mundo comiendo algas y plancton, su despensa estaba agotada.
Los españoles desde un pionero, José Luis de Ugarte.
Un marino mercante, al que la vela le atrajo más que los puentes de los mercantes fue el que abrió brecha en el mítico Vientos del Globo. José Luis de Ugarte forma parte de ella. Ya mayor participó en la edición 92/93, la de los primeros dramas con su Euskadi Europa 93 BBK, donde acabó 6º con 134d05h04'00'' de mar. Pero no fueron todo rosas en su travesía, vio la muerte cuando el 18 de enero de 1993 una vía de agua llenaba su barco. la tenacidad del vasco superó todas las dificultades. Su epopeya fue relatada en cientos de conferencias, abriendo el paso a otros marinos españoles.
Javier Sanso Windmann, de cabello y barba rubia, nacido en Palma de Mallorca en 1969. Este profesional del mar, que compite con su "Old Sprice", en la edición 2000/2001 tiene ya nueve pruebas transatlánticas en su haber, dos de ellas en solitario. Ganador de una carrera transatlántica en solitario a los 23 años, Sanso se convirtió en 1997 en el primer regatista español que llegó al Polo Sur con un 55 pies a los 28 años. "Decidí hacer la 'Vendée Globe' para volver plenamente al mundo de los 60 pies Open (veleros de 18 metros para dar la vuelta al mundo), quiero poder conseguir un patrocinio para construir un nuevo barco y participar con los colores españoles en carreras como la 'Ruta del ron' o el 'Golden Challenge'", dijo Sanso a bordo de su velero.
Un equipo de amigos voluntarios ultiman los preparativos, Javier Sanso les ayuda: "para esta difícil carrera, hay que ser un informático de primera", confiesa el "skipper", quien intenta arreglar su ordenador de a bordo que le guiará en los cuatro meses de carrera alrededor del globo.
"Espero ahora que los patrocinadores vengan aquí para ver qué representa esta prueba. Creen que somos cuatro pelados cuando en realidad se trata de una inmensa organización", indicó.
Se muestra seguro de que, una vez que los patrocinadores hayan estado allí, "querrán invertir en la vela oceánica que, por el momento, es muy poco conocida en España".
El barco que llevará los colores de España en esta competición es un "rescatado": "lo encontré abandonado hace tres años. Tuve fe y me lancé para participar en esta "Vendée Globe" y lo hemos logrado".Aun así, es consciente de que su barco y su experiencia de las vueltas al mundo son limitados."Sólo aspiro a terminar la carrera. Es lo más importante", recalcó Sanso, quién recordó que hay muchos magníficos barcos inscritos. "Pero hay que saber que no tengo presupuesto para pagar las comunicaciones por satélite", aseguró Sanso.
El 17 de Diciembre del 2000, "Buby" decía por radio: El infierno ya vive conmigo Esta semana viví la peor noche desde mi salida de Francia. Cuando más arreciaba el viento, las tres toneladas de agua que llevo se movieron peligrosamente dejando el barco en posición casi horizontal enfrentándose a las olas. El ruido fue espectacular y creí que el palo se venía abajo. Milagrosamente el piloto enderezó el barco y retomó el rumbo Este. He entrado en plena zona de hielos y llevo la alarma del radar siempre conectada, pero no detecta todos los icebergs. Eso me hace estar siempre alerta y ya no recuerdo cuándo fue la última vez que dormí durante una hora seguida. La angustia y el stress de navegar en esas condiciones es especial. Sólo tengo un consuelo: cuanto más rápido navegue, antes saldré de este infierno, que no ha hecho más que comenzar... Con vientos desorbitados, el barco iba desbocado y tuve que frenarlo. Fue una difícil tarea. El ruido era infernal, las olas rompían por encima de mí, el frío me estaba congelando los dedos y el agua estaba helada. El barco no pudo afrontar los 50 nudos y trasluchó. Al recuperar el rumbo natural llegué a pensar que la embarcación se iba a desmontar. Reparar los daños fue muy costoso, estuve en lo alto 15 minutos que me parecieron tres horas, los brazos y piernas se me agarrotaron y bajé a trompicones. Ahora me encontraré tres frentes muy duros en el camino a Cabo de Hornos. He perdido aproximadamente 16 horas, pero a partir de ahora no podré ir tan deprisa. Si veo que el palo y yo mismo corremos algún riesgo entraré en Australia, Tasmania o Nueva Zelanda. Esto es sólo una regata... y no voy a jugarme la vida.
El 22 de Diciembre Javier Sanso se ha visto forzado a abandonar despues de haber chocado con un objeto que ha roto uno de sus timones. La distancia que separa a Javier Sansó del pedazo de tierra más próximo es de 3.300 millas. Navega sobre el paralelo 39, en el mismo límite de los 40 rugientes del Indico Sur, sin un timón y la moral destrozada. El sueño del regatista-aventurero mallorquín de circunnavegar el globo sin escalas se truncó hace tres días, cuando su Open 60 chocó contra un objeto a la deriva, posiblemente un hielo. «El ruido fue espantoso, parecía que el barco se iba a pique», recordaba a través del teléfono de a bordo, único instrumento que le mantiene en contacto con la civilización. El presunto iceberg (el parte oficial habla de un «objeto no identificado») destrozó uno de los dos timones del velero y lo dejó «con serios problemas de gobierno» en las aguas más bravas del planeta.
En ese momento se le cayó el mundo encima a un hombre que lleva un mes y medio solo en un barco cuya cabina no es más lujosa que una camioneta, que duerme una media de tres horas al día, que come alimentos deshidratados en un plato de perro —«porque es muy cómodo para cogerlo con una sola mano»— y que está expuesto a temperaturas bajo cero en los aledaños del Polo Sur sin una sola prenda de vestir seca.
Sansó, que logró inscribirse en la regata más dura de la tierra cuando el plazo estaba cerrado y con un presupuesto que partiría de risa a cualquiera de sus rivales, se lo pensó varias veces antes de tirar la toalla. Por un momento creyó que sería posible doblar el Cabo de Hornos con un solo timón. Al final se impuso el sentido común y arrumbó el puerto de Albany, en las cercanías del Cabo Lewin, en Australia. Dentro de 20 ó 25 días, cuando llegue a su inmediato destino, la Vendée Globe lo descalificará por incumplir su regla principal y más sagrada: hacer escala. En esta regata para locos románticos, para hombres sin juicio, están prohibidas la tierra (apenas se permite avistarla a su paso por las Canarias) y la ayuda exterior.
«Estoy desmoralizado, porque llegar hasta aquí me ha costado demasiado, y no sólo hablo de navegación. Atrás quedan muchos años de trabajo, de despachos, de desilusiones... Pero yo he venido a dar la vuelta al mundo y pienso hacerlo, aunque esté fuera de competición. No me he retirado. Ha sido una avería, y en cuanto la arregle, me vuelvo para el Cabo de Hornos». La voz de Sansó delataba agotamiento, pero también la suficiente firmeza como para tomar en serio sus palabras. Está ciertamente decidido a cumplir su advertencia y completar la vuelta si su equipo en tierra consigue llevar un timón hasta Albany. La ruta de la Vendée Globe, que toma la Antártida a modo de baliza, está prácticamente vetada a cualquier tipo de navegación por las condiciones meteorológicas constantes que se dan por debajo del paralelo 40. Allí los vientos rugen en permanente tempestad y las olas alcanzan dimensiones gigantescas. La experiecia de Sansó estos últimos días le ha descubierto un sexto sentido. «Una especie de intuición respecto a todo lo que te rodea. En estas latitudes me he encontrado vientos que pasan de 15 a 60 nudos en apenas minutos y que te sacan de cualquier rumbo antes de que puedas darte cuenta de que ha pasado».
Y el actual, Unai Basurko de Miguel. Tiene una treintena de años y es natural de Portugalete. Estudió Derecho, pero es navegante.Ganador de la Trans Tasman race a Dos con su maestro Kanga Birtles. Conquistan el récord Australia-Nueva Zelanda. Navegó a bordo del maxi clásico 'Brindabella' (26 tripulantes). Ha atravesado el Atlántico en cuatro ocasiones. Ávido lector de Moitessier, Slocum o Tabarly, le encanta el buceo, la escalada, la cocina y la tertulia. La vida de Unai Basurko ha estado unida desde siempre al mar. Se recuerda navegando en el barco de la familia, un Siroco, con poco más de cuatro años. Con 12 fue ya el tripulante más joven de una regata entre San Sebastián y Plymouth. Tenía ya el veneno de la mar en la masa de la sangre. Pero fue su amigo José Luis de Ugarte quien encarriló su rumbo. Le recomendó a Kanga Birtles, un diseñador y navegante solitario australiano. Así que Unai creció para el océano en Australia. Y descubrió que navegar solo era lo que más le gustaba. «Solo y en la mar. Ésa es mi casa. Allí hay que ser autosuficiente y estar preparado para todo. Pero merece la pena. ¿Los temporales? También se aprende. Para poder disfrutar de los buenos momentos del mar, también hay que pasar malos ratos», resume. Es toda una filosofía. Y no sólo para navegar.
Tra su 3er puesto en la "Velux 5 Oceans" con su Pakea, Unai, al que conocimos navegando de pequeño por aguas cántabras, gallegas y andaluzas en el "Portu" acompañando a su padre Peio, será de la partida, todas las miradas de los aficionados españoles estarán atentos a ese Pakea que lleva las banderas de España y Euskadi.
Saludos y buenos vientos
El viernes 14 de junio de 1968 salió de Falmouth el Suhaili, un pequeño queche, con una figura solitaria al timón: Robin Knox-Johnston, de veintinueve años. Diez meses y medio más tarde, un Suhaili oxidado, con la pintura desconchada y las velas rasgadas y marrones, volvió triunfalmente a Falmouth. Robin Knox-Johnston se había convertido en el primer hombre que había circunnavegado el mundo en solitario y sin escalas.
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