Topakji © Ana |
Cruzó el Golfo de Vizcaya en cuatro días como un verdadero sputnik.
Un tranquilo día de invierno,
como otro cualquiera, dando una vuelta por internet, me encontré con una
fotografía de un pequeño balandro. La visión me resultó, cuando menos curiosa,
pero en ese momento no le di mayor importancia.
Continué con mis visitas y chequeos diarios, leyendo la prensa…
Topakji © Ana |
Los días fueron pasaron hasta que
tres meses más tarde me volví a topar con la imagen del balandro, solo que
esta vez ya la observé con más detenimiento porque había algo en ella que se salía
de lo habitual. No sé explicarlo, pero quizás fueea su porte, las líneas de agua
del casco, quizás sus colores o su jarcia.
A simple vista no es un velero de gran porte, al contrario, es más bien
pequeño, calculo que de unos seis metros aproximadamente. El casco, pintado de azul
celeste con la borda de azul marino, contrasta con el velamen bermellón oscuro;
tiene un bauprés de aproximadamente un
metro donde hacen firme una trinqueta y un foque. El pabellón español ondea en
el asta de popa y lleva todo el trapo izado, mayor, foque y trinqueta.
A través de la web, contacto con la
autora de la instantánea y le pregunto si me puede dar más detalles del barco.
Ahí empiezan a aparecer los primeros datos interesantes del, hasta ahora,
desconocido balandro. Me comenta que está amarrado en Figueras (Asturias), que
se llama TOPAKJI, me pasa unas cuantas fotos de baja calidad hechas hace tiempo con el móvil y me pone en contacto con otra persona que conoce algo más de
su historia.
Así, empiezo a dibujar los primeros
trazos de la vida de este barco: quién lo construyó y donde, el astillero que
lo reparó, y un sinfín de detalles que son la base de la pequeña historia del
Topakji.
Topakji © Ana |
Lo primero que averigüé es que el carpintero de rivera Pepe, dueño de los
Astilleros Pacho en El Esquilo (Castropol), fue el que lo reparó cuando el
balandro arribó a Figueras procedente de Burdeos… Pero vayamos hacia el principio
de la historia.
A finales del siglo XIX, un
capitán de la marina mercante inglesa casado con una mujer francesa, se jubila en
Burdeos (Francia) después de casi 50 años de duro trabajo surcando los océanos
del mundo. Este capitán de gran energía y mente incansable retoma una afición
que le venía desde muy joven, desde antes incluso de enrolarse por vez primera
y hacerse a la mar: la de carpintero de rivera. Y gracias a su esfuerzo y sus
grandes conocimientos de náutica construyó a orillas del Garona un pequeño
balandro, el Topakji, velero de seis metros y medio de eslora con una cabina
con dos catres y un hornillo central para la comida.
Topakji © Ana |
La navegación a vela del Topakji por
el río Garona, en Burdeos, era habitual. Hasta que un buen día la hija de este
matrimonio, traductora de periódicos españoles para Inglaterra, vino a España y
trajo a sus padres, ya ancianos, a pasar un mes a Ribadeo. El flechazo fue instantáneo.
Se enamoró de esta tierra y se quedó a vivir en la zona, en la preciosa aldea llamada
Porcía (Asturias) en una casa encima del mar.
Cuando fallecieron sus padres, se
dirigió a hablar con Pepe, el de Pacho y tras contarle la breve historia del
Topakji, le preguntó si conocía a alguien lo suficientemente valiente para
traerle el barco desde Burdeos a Ribadeo.
Topakji © Ana |
Pacho se acordó de un
"loco" escocés que había arribado a estas costas hace años y que se había
quedado a vivir en su barco en Sada, barco con el que cruzó desde Escocia hasta
Ribadeo de una tacada "agarrado al meridiano"... como comento él al
llegar... La mujer inglesa viajó hasta Sada y después de varias averiguaciones
encontró al escocés. Vivía, efectivamente, en su barco y tenía acogido a bordo a
un marino coruñés el cual se había separado de su mujer y no tenía donde ir. En
una reunión informal, ella les preguntó si se atrevían a traerle el balandro
desde Burdeos hasta la Ría de Ribadeo. Después de dimes y diretes, los dos
marinos aceptaron la propuesta, y a la hora de tratar el precio del traslado, se
quedó sorprendida cuando le dijeron que solo le cobrarían el viaje hasta Burdeos
y la comida. En estas condiciones cerraron el trato. A la semana siguiente
regresó a Sada para llevarlos a Burdeos y traer el barco. Su sorpresa al llegar
fue que no eran tres personas para el viaje, eran cuatro ya que se les había
unido otro navegante gallego que se incorporara hacía unos días a la ‘vida a
bordo’ en Sada. Y para Burdeos marcharon los cuatro. Una vez llegaron a
destino, la valiente armadora inglesa
les comentó que ella vendría navegando con ellos, pero el escocés muy
educadamente le contestó que con solo dos catres y tres hombres a bordo no
cabía una mujer. Tocada en su orgullo y en su amor propio dejó el Topakji en
manos del loco escocés y su tripulación y regresó en coche a Porcía, a la
espera de la llegada del balandro a aguas de Ribadeo.
El escocés y su tripulación
gallega zarparon a bordo del Topakji de Burdeos y una vez abandonado el Garona
y entrado en mar abierto, para ahorrar millas, pusieron rumbo directo a la Ría
de Ribadeo, cruzando el golfo de Vizcaya por donde más ‘pupa’ suele hacer.
Efectivamente, a medio camino y en tal chalupa,
los pillo un temporal del noroeste brutal… partieron velas, perdieron aparejos
rompieron piezas de la cubierta, y de los pantocazos y de lo que se retorció el barco le acabó saltando casi toda la pintura de la madera.
Gracias a ese temporal, el Topakji como
un sputnik, llegó en tan solo cuatro
días al puerto de Figueras, sí, en tan
solo en cuatro días. La armadora llamo a Pepe el Pacho para recibirlos, y
cuando vio como venía el barco, el escocés y su tripulación gallega, se echó a
llorar… Pepe comentó que nunca supo el porqué de su llanto, si fue por ver cómo
llegaron los navegantes o por ver en el lamentable estado en el que llegó el
barco.
Cuenta Pepe que, una vez
desembarcados, los tres lobos de mar cogieron la borrachera más grande de vino
blanco que había visto desde hacía mucho tiempo. Comentaba que el escocés
cuando navegaba no probaba el alcohol, a bordo solo llevaba agua, pero no
sucedía lo mismo cuando entraba en puerto y ponía pie a tierra. Cuenta también
que el marino escocés le aseguró que el barco, aunque era pequeño, era muy duro
y marinero y que le quedaba mucha guerra por dar.
Hoy en día, nuestra valiente
armadora inglesa vive en Parcia, el balandro está amarrado en Figueras. Sus tres hijas llevan los genes aventureros de
su madre y cuando salen a navegar en verano se van casi, casi "hasta el gran sol". El balandro no se
vende ni por todo el oro del mundo.
Gracias Ana y Salvador
Saludos y buenos vientos
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