Llega el momento de los amantes de las estadísticas y de los records de esta regata. Y también nos vamos a "dar la vuelta al mundo, sin escalas" antes de que zarpen los 20 valientes de Les Sables d'Olonne.
Estadisticas:
La edad:
24 años: es la edad del participante más joven, Ellen Mac Arthur en la edición del 2000-2001
30 años: es la edad del vencedor más joven, Alan Gautier en 1993
43 años: es la edad del vencedor de mayor edad, Michel Desjoyeaux en 2009
62 años: es la edad del navegante de mayor edad, José Luis de Ugarte en la edición 1992-1993 (D.E.P.)
El tiempo:
163 días, 03h 09 min invirtió el navegante más lento: Jean-François Coste en 1989-1990
84 días 03h 09 min invirtió el navegante más rápido: Michel Desjoyeaux en la edición del 2008-2009
Distancia recorrida y media de cada vencedor:
Titouan Lamazou (1990) 25.485 millas a 9,7 nudos
Alain Gautier (1993) 25.315 millas a 9,58 nudos
Christophe Auguin (1996) 26.520 millas a 10,44 nudos
Michel Desjoyeaux (2001) 26.700 millas a 11,94 nudos
Vincent Riou (2005) 26.714 millas a 12,73 nudos
Michel Desjoyeaux (2009) 28.303 millas a 14,0 nudos
Los récords a batir:
Sables d'Olonne - Ecuador: Jean Le Cam en 10d 11h 28’
Sables d'Olonne - Cabo de Buena Esperanza, Vincent Riou en 24d 02h 18’
Sables d'Olonne - Cabo Leeuwin, Vincent Riou en 36d 12h 48’
Sables d'Olonne - Cabo de Hornos, Michel Desjoyeaux en 56d 15h 08’
Sables d'Olonne - Ecuador (de regreso), Michel Desjoyeaux en 71d 17h 12’
Sables d'Olonne - Sables d'Olonne, Michel Desjoyeaux en 84d 03h 09’
El recorrido. La vuelta al mundo por los tres cabos.
El recorrido de la Vendée Globe es una muestra de la pureza e incluso de la sencillez conceptual de los grandes acontecimientos: dar la vuelta del mundo a vela, de Oeste a Este, por los tres grandes cabos de Buena Esperanza, Leeuwin y Hornos. Ante todo, un largo descenso del océano Atlántico; sigue la peligrosa travesía de los océanos australes, con el océano Índico y sus olas cruzadas, primero; llega el océano Pacífico, el más grande de los océanos del mundo, después; y finalmente la remontada del Atlántico y el regreso hacia Les Sables d’Olonne, punto de salida y de llegada del Everest de los océanos. He aquí un análisis de los distintos tramos de la vuelta del planeta mar.
Las trampas del golfo de Vizcaya.
¡Cuidado con los temporales de Suroeste entre Les Sables d’Olonne y el cabo de Finisterre! El golfo de Vizcaya tiene fama de ser un hueso duro de roer.
Entre la subida de fondos de la plataforma continental y el viento que arrecia en las inmediaciones de los montes cantábricos, la entrada en el Atlántico puede ser especialmente cruel tanto para los navegantes como para sus barcos. En cambio, si se establece un flujo de Norte, se trata de una bajada exprés hacia la punta más occidental de España, y después hacia Madeira y las Canarias. Posteriormente hay que intentar enganchar cuanto antes los alisios y negociar el paso de las islas de Cabo Verde para posicionarse ante la travesía de las calmas ecuatoriales. Aunque en esa hora prima la velocidad, a veces la navegación permite algunos pequeños golpes tácticos que pueden traducirse en la ganancia o la pérdida de un centenar de millas en unas pocas horas.
De las calmas ecuatoriales a Santa Helena, es la hora de la estrategia.
En el límite sur del hemisferio Norte, la zona de convergencia intertropical, más conocida como la zona de las calmas ecuatoriales, es la pesadilla de los navegantes: caracterizada por vientos erráticos, violentos chubascos y lluvias a veces torrenciales, la travesía de las calmas ecuatoriales se asocia a menudo a la lotería.
No en vano los participantes de la Vendée Globe cavilan mucho antes de abordarla, estudiando en profundidad los ficheros meteorológicos y analizando cuidadosamente las distintas zonas. Pasado el Ecuador, sin embargo, el rompecabezas no está acabado ni mucho menos, pues es necesario rodear el anticiclón de Santa Helena antes de virar hacia el este y coger los vientos portantes que llevarán a los regatistas hacia el océano Índico.
Aunque la isla de Santa Helena está más cerca de la costa africana que de la americana, el anticiclón que lleva su nombre puede generar vientos flojos hasta la altura de las costas de Brasil y de Argentina.
Océano Índico, el país sombrío.
Así es como Titouan Lamazou, vencedor de la primera Vendée Globe, bautizó esa vasta extensión entre el cabo de Buena Esperanza y Tasmania, al sudeste de Australia. La travesía del Índico sumerge desde el principio a los navegantes solitarios en otro mundo.
Poca visibilidad, olas rompedoras, vientos violentos, atmósfera húmeda y fría, en unos pocos días los participantes de la Vendée Globe se sumergen en la soledad. Ante su proa, varios miles de millas en los que tendrán que encontrar el compromiso correcto entre la ruta más corta, por tanto la más al sur, y no bajar más allá del límite de los hielos. La transición es brutal y pesa sobre la moral de los navegantes.
Una vez más, todo es cuestión de dosificarse: saber ir lo más rápido posible sin desgastar demasiado el material. Y sobre todo saber aguantar.
Océano Pacífico, hacia la liberación.
Hasta Hornos, hay que contar con unos 20 días de mar de media. Poco a poco, de forma imperceptible, el ambiente cambia. Los navegantes lo dicen: la mar de fondo se hace más estable, se alarga, las olas están más “ordenadas”.
Pasado el antimeridiano, empieza el regreso a casa. Pero el descenso hacia Hornos está plagado de trampas. La primera, la presencia de icebergs hasta latitudes relativamente al Norte. Es una vigilia estresante para los regatistas, que si bien pueden detectar los grandes icebergs en el radar, no tienen ningún medio para localizar los growlers, pequeños bloques de hielo a la deriva que, si bien sobresalen a veces menos de un metro de la superficie del agua, pueden sin embargo pesar varias decenas de toneladas. El riesgo de colisión es permanente y las horas pasadas en cubierta intentando detectar el peligro se añaden al cansancio acumulado.
El paso del cabo de Hornos suena a verdadera liberación.
El Atlántico Sur, la terrible remontada.
No podemos olvidar que gran parte de los abandonos de la Vendée Globe suceden a menudo en el Atlántico Sur.
Los barcos están cansados, la atención extrema puesta a prueba durante varias semanas empieza a bajar. Debemos tener también en cuenta que el Atlántico Sur puede reservar algunos golpes bajos a quienes ya se creían a salvo. Los pamperos, esos vendavales terribles que castigan duramente a la altura de las costas argentinas, pueden ser de una violencia inusitada. La navegación es a menudo compleja y las condiciones de ceñida predominantes contribuyen aún más a debilitar a hombres y máquinas.
¡Y queda todavía la travesía de las calmas ecuatoriales, si bien es cierto que por el oeste ese cinturón es estadísticamente más estrecho!
El Atlántico Norte, el camino real.
Poco a poco, los solitarios de la Vendée Globe vuelven hacia el frío. Hay que volver a echar mano de los trajes polares y se empiezan a contar las millas que quedan para la llegada. Y falta negociar la aproximación a Les Sables d’Olonne.
Muy a menudo, hay que ir a buscar los vientos del Oeste que permitirán volver por una ruta directa hacia el puerto de la Vendée. Poco a poco, aparecen los primeros signos de civilización: el cruce de un carguero, algunas traineras de pesca sobre el límite de la plataforma continental. Después será la hora de divisar los faros de la costa, dejarse llevar hasta la línea, y finalmente apuntar al canal de Les Sables d’Olonne.
Saludos y buenos vientos
El viernes 14 de junio de 1968 salió de Falmouth el Suhaili, un pequeño queche, con una figura solitaria al timón: Robin Knox-Johnston, de veintinueve años. Diez meses y medio más tarde, un Suhaili oxidado, con la pintura desconchada y las velas rasgadas y marrones, volvió triunfalmente a Falmouth. Robin Knox-Johnston se había convertido en el primer hombre que había circunnavegado el mundo en solitario y sin escalas.
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